jueves, 22 de agosto de 2013

Pareja Humana


   Hartazgo y orgasmo son dos pétalos en español de un mismo lirio tronchado cuando piel y vértebras, olfato y frenesí tristemente tiritan en su blancura última, dos pétalos de nieve y lava, dos espléndidos cuerpos deseosos y cautelosos, asustados por el asombro, ligeramente heridos en la luz sanguinaria de los desnudos: un volcán que empieza lentamente a hundirse

   Así el amor en el flujo espontáneo de unas venas encendidas por el hambre de no morir, así la muerte: la eternidad así del beso, el instante concupiscente, la puerta de los locos, así el así de todo después del paraíso: -Dios, ábrenos de una vez. 

Gonzalo Rojas

Crápulas


   Crápulas caminan por las calles, cadáveres siguiendo sin descanso, y cuando mis engaños veo y alcanzo, deslindo los tormentos en detalles. Perfectas ilusiones que retalles, adonde se imagina sea manso, un solo corazón en cuanto tranzo, trazando con buril nuevos entalles. Expresas la podrida fantasía, que tantas veces tuve y no quería. La estúpida quimera se va acercando. De un turbo caminero sin destino, y en cárcel, la mazmorra, me alucino. Un aire tenebroso y más nefando…

Marcos Lourdes

Mi Bohemia


   Me iba, con los puños en mis bolsillos rotos... mi chaleco también se volvía ideal, andando, al cielo raso, ¡Musa, te era tan fiel! ¡cuántos grandes amores, ay ay ay, me he soñado!

 Mi único pantalón era un enorme siete. –Pulgarcito que sueña, desgranaba a mi paso rimas Y mi posada era la Osa Mayor. –Mis estrellas temblaban con un dulce frufrú.

  Y yo las escuchaba, al borde del camino cuando caen las tardes de septiembre, sintiendo el rocío en mi frente, como un vino de vida.

   Y rimando, perdido, por las sombras fantásticas, tensaba los cordones, como si fueran liras, de mis zapatos rotos, junto a mi corazón.

Arthur Rimbaud

viernes, 2 de agosto de 2013

Oscuridad hermosa


   Anoche te he tocado y te he sentido sin que mi mano huyera más allá de mi mano, sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído: de un modo casi humano te he sentido.

   Palpitante, no sé si como sangre o como nube errante, por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube, oscuridad que baja, corriste, centelleante.

   Corriste por mi casa de madera sus ventanas abriste y te sentí latir la noche entera, hija de los abismos, silenciosa, guerrera, tan terrible, tan hermosa que todo cuanto existe, para mí, sin tu llama, no existiera. 

Gonzalo Rojas

jueves, 1 de agosto de 2013

La loba


   Unos meses la sangre se vistió con tu hermosa figura de muchacha, con tu pelo torrencial, y el sonido de tu risa unos meses me hizo llorar las ásperas espinas de la tristeza. El mundo se me empezó a morir como un niño en la noche, y yo mismo era un niño con mis años a cuestas por las calles, un ángel ciego, terrestre, oscuro, con mi pecado adentro, con tu belleza cruel, y la justicia sacándome los ojos por haberte mirado.

   Y tú volabas libre, con tu peso ligero sobre el mar, oh mi diosa, segura, perfumada, porque no eras culpable de haber nacido hermosa, y la alegría salía por tu boca como vertiente pura de marfil, y bailabas con tus pasos felices de loba, y en el vértigo del día, otra muchacha que salía de ti, como otra maravilla de lo maravilloso, me escribía una carta profundamente triste, porque estábamos lejos, y decías que me amabas.

   Pero los meses vuelan como vuelan los días, como vuelan en un vuelo sin fin las tempestades, pues nadie sabe nada de nada, y es confuso todo lo que elegimos hasta que nos quedamos solos, definitivos, completamente solos.

   Quédate ahí, muchacha. Párate ahí, en el giro del baile, como entonces, cuando te vi venir, mi rara estrella. Quiero seguirte viendo muchos años, venir impalpable, profunda, girante, así, perfecta, con tu negro vestido y tu pañuelo verde, y esa cintura, amor, y esa cintura.

   Quédate ahí. Tal vez te conviertas en aire o en luz, pero te digo que subirás con éste y no con otro: con éste que ahora te habla de vivir para siempre tú subirás al sol, tú volverás con él y no con otro, una tarde de junio, cada trescientos años, a la orilla del mar, eterna, eternamente con él y no con otro.

Gonzalo Rojas