viernes, 7 de septiembre de 2012

Endofasia


   
   Mi endofasia canta en el silencio una melodía alegre, mezcla ideas callejeras, esas que surgen mientras caminas fumando un cigarrillo, piensas en los rostros que viste hoy, y sí, hubo uno destacado que sonrió con aceptación, mirando lentamente dando las gracias.

   Mi endofasia vuelve a recordar y cantar la alegre melodía, cruza nuevamente ese rostro, ella es bella, linda... no podía evitar mirarla y tratar de encontrar un choque entre nuestros ojos, indagar a través de sus anteojos, una señal. Todo es nuevo y desconocido. Misterios y desafíos.

   Boto el humo externamente... viaja lento por el aire frío, crea dibujos extraños, pero con un poco de imaginación resultan entretenidos figuras y paisajes. Vuelvo a sentarme en un sofá rojo, en una habitación roja, hay una ténue luz que da un aspectos de ambiente cálido y sexual, el piso es decorado con baldosas negras y blancas al igual que un tablero de ajedrez. Estoy sólo, observo el lugar, en la escena aparece una mujer, es ella, sus ojos brillan como estrellas, lleva un vestino rojo carmín ajustado, yo, un elegante trage oscuro. Comienza a sonar música en el salón, miro sus ojos, esperan algo, un beso y una sonrisa, el obsequio es un regalo para ambos. Suena fuerte el tango suicida, no sólo es una canción de pasión infinita y amor profundo saboreando la locura con un vaso de vino, es fuego, infierno. Le tomo sus manos y cintura, bailamos con demencia, el mundo se ha reducido a un espacio rojo con sónidos delicados, cuerpos frágiles danzando por la vida, seduciéndose en todos sus límites, han detenido el tiempo, entrelazando sus dedos, piernas y lenguas. Ya no hay disfraces, con llamas en el cuerpo y desnudos consumo la locura. Au revour.

Nicolás Cuevas

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