jueves, 25 de abril de 2013

Uno en cada nosotros


   La apatía en nosotros mismos los excluye de un modo tan exótico y sencillo como el disfrute de un paladar a la misma arrogancia y la complejidad que el alucinante rugido  del alucinógeno propone,  y que al despertar nos descubre.

   Mi corazón, el si sabe de abusos, esa letanía  no corre peligro, todo pasa mas nada queda el pisoteado pensar. Descifrar al poeta o a la quietud de seguir por seguir no más a un algo cada vez más irreal, ahuyéntandonos del trance de la materialidad. 

  Nuestra propia indiferencia nos hace diferentes entre esos infernales círculos dantescos, el universo se distingue sencillamente creen... entre lo caliente y lo frío  con hondo desagrado virtual de perdernos en el mismo hueco del infinito espiritual con lo absoluto de nosotros, y el uno, de uno mismo. 

Gustavo Napoli

Alfredo Lewin: ¡Hablemos de música!

 ¿Quieren Rock?
Mega conciertos en la copia feliz del Edén


   “Lollapalooza”, “The Metal Fest”, “Maquinaria”, “Cumbre del Rock Chileno”, entre otros shows copan la agenda musical fin de semana tras fin de semana. 

   Guitarras, ritmos, melodías y un público descontrolado colma los recintos para disfrutar de sus bandas favoritas. ¿El costo?, un aumento sustancial en el precio de entradas y segmentación etaria-social regido por el mercado.

   El emblemático padre del rock Chuck Berry (86 años) se presentó el pasado 14 de abril en Argentina, su actuación fue calificada de lamentable y decadente por la prensa de espectáculos trasandina: “el pobre Chuck dio lástima” destacó el medio argentino rock.com. En tanto, la revista Rolling Stone señaló: "No fue un show mediocre, malo, pésimo ni calamitoso. No tuvo errores: fue un error”. Tres días después se presentó en territorio nacional, el diario La Tercera indicó: ”El músico dio uno de los shows más bochornosos en la historia de la cartelera local”. Pero el trasfondo del tema no radica en la edad del artista, sino en la comercialización avasalladora de la industria del entretenimiento. Tristemente, el creador de “Johnny B. Goode” y “Roll over Beethoven” es víctima del abusador negocio musical. 

   Alfredo Lewin, animador de TV y locutor de la Radio Sonar señala: “Uno podría considerar toda la gira de despedida de Chuck Berry como una gran estafa, acá lo que importa es el entretenimiento, que el show siga, da lo mismo si el tipo se muere en el escenario, sería más atractivo aún. Es una cuestión penosa, pues todo esto es un circo, pero deben proteger a ciertos artistas”. 

   Desde 1989 la cultura chilena ha experimentado cambios esenciales en el desarrollo de los mega conciertos: estadios repletos, festivales temáticos, serie de panoramas musicales para el consumo de las masas. Tras la presentación del escocés Rod Stewart (Estadio Nacional), los conciertos no han cesado y el país se ha vuelto un lugar destacado por las productoras a la hora de realizar eventos por Sudamérica. Según, explica Rodrigo Martínez, encargado de prensa y producción de la empresa trasandina DG Medios —la mayor productora de mega eventos en el país—, “Chile representa un concepto clave: economía de escala”. 

   Dos mega conciertos se realizaron en la capital semanas atrás, por un lado, “Lollapalooza” efectuado desde 2011 en Chile por la productora nacional “Lotus” en coordinación con agentes norteamericanos. En relación al desarrollo de aquel festival Raúl Valdés integrante del equipo indica: "Chile se vuelva una capital musical, de cultura y turística". El evento aglutina un público adolescente-juvenil y los precios van de $55.000 (preventa) hasta los $160.000 (entrada vip). 

 
  Por otro lado, la segunda semana de abril se llevó a cabo “The Metal Fest”, show que reúne a los máximos exponentes del metal mundial y nacional, dirigido a un público adulto-juvenil, se ejecuta desde 2012 en el país a cargo de la productora extranjera “Metal Open Air”, sus precios van desde los $33.000 a $50.000 pesos. 

   El aumento de los precios es producto de diversos factores, principalmente por la economía de escala en contraste con Argentina, Rodrigo Martínez (DG Medios) expresa: “En Santiago hay 5.3 millones de habitantes, en Buenos Aires son 14,9 millones, eso hace que exista público para llenar dos veces un estadio, que además, te lo arriendan dos veces por el precio de una fecha”. Segundo: infraestructura, el vecino país presenta cerca de diez reciento ad hoc, además de hotelería barata. Tercero: “quizás el más importante, allá los conciertos no pagan IVA, beneficio al que difícilmente se puede acceder en Chile: para hacerlo, hay que tener el patrocinio de alguna Universidad”, recalca el representante de la productora. A su vez, el periodista de la página Zona, Luc Gajardo exclama: “en Chile hay mucha gente con dinero o dispuesta a endeudarse para pagar casi cualquier precio. La irracionalidad económica es evidente: hay gente dispuesta a pagar 100 pesos por algo que vale 70 pesos”. . 

   “Somos parte de un país donde todos los medios de acceso pagado a la cultura o al entretenimiento son viables”, dice Alfredo Lewin. De tal modo, el mercado ha explotado un nicho comercial a través de los espectáculos musicales, “el sistema económico social apunta en todo orden de cosas aprovecharse del consumismo de la gente, hacer esa crítica es mirar el vaso medio vacío por tener la posibilidad de ver mega eventos, pero esto es una gran corporación del entretenimiento que lo único que se preocupa es de facturar más, los grupos quieren facturar más, la productora local o latinoamericana también y nosotros somos lo que pagamos. El hecho de estar inscritos en el circuito es una gran plataforma del negocio big time”, enfatiza el locutor radial. 

   En tanto, Martínez (DG Medios) asegura: “año a año el negocio se vuelve más lucrativo para las productoras, porque Chile se ha posicionado como una fecha segura en la gran mayoría de las giras sudamericanas. Pero advierte que eso no va a bajar los precios de las entradas, mientras los factores anteriormente mencionados permanezcan igual”. 

   La seguidilla de conciertos ha incrementado la industria musical local, permitiendo la proliferación de nuevas bandas, pero sin un rentable sustento económico equivalente al externo, pues el bajo apoyo local es producto de ventajas publicitarias. Sergio “Pirincho” Cárcamo locutor de Radio Futuro indica: “somos pocos habitantes, con poco poder adquisitivo. Yo entiendo que venga Slayer y la gente se gaste su plata para ir a verlos, porque vienen una vez a las tantas. Pero de ahí pasan semanas para tener la plata para ver bandas chilenas”. Asimismo, la cultura musical chilena experimenta un auge creativo y mediático destacado. “Mientras más inserto en el medio internacional y cercanos a tales eventos, más valor le otorgamos a lo que hacemos acá. Sin ser chovinista o nacionalista, pero ahora la propuesta (chilena) a nivel latinoamericano es más interesantes que la mexicana o argentina”, explica A. Lewin. 

   El apogeo medial de estos eventos resulta asombroso, tomando en cuenta las características geopolíticas del país, pero hoy es una realidad que en marca la cartelera artísticas cada semana, lo cual explica que en tan sólo 15 días se presenten los máximos exponentes del Rock a nivel mundial, por un lado, Metallica; por otro, Iron Maiden con Slayer; y por último, la leyenda del género Black Sabbath acompañado de Megadeth. Chile se ha transformado en un lugar rentable en materia comercial, y el entretenimiento musical no está ajeno al control del mercado e industria. Es plausible ser espectador y protagonista de tales espectáculos, lo cual contribuye al desarrollo cultural del país, pero deben haber límites comerciales sobre todo en la explotación indiscriminada, tanto en costos como en calidad. Se baja el telón, pero el show continúa poderoso acosta de los sumisos consumidores que impávidos obedecen lo que rige el mercado. El negocio crecerá y se volverá más fuerte hasta que los usuarios no asuman el rol correspondiente. 

Nicolás Cuevas P.

miércoles, 24 de abril de 2013

Locura, Viaje Onírico - Cuarta parte final


   ¡Corre, corre, corre! Gritaba mi cerebro, salí con todas la fuerza de mis piernas, rápidamente esquivaba obstáculos, muebles, camillas, atravesaba salas, habitaciones, incluso alcance a ver a un paciente recibir la descarga eléctrica del shock, burbujas y baba expulsaba de su hocico el animal humano, enfermeras, guardias, doctores, trataban de agarrarme, pero no podían, seguí sin parar, y la salida estaba abierta, luz de libertad, era imposible, pero ocurría, debía correr más rápido y estar atento a no ser atrapado. De un lado a otro, saltaba, eludía, por un momento mi intención en la vida era sólo correr y escapar, pero antes de atravesar la puerta final estaba un guardia vestido completamente de blanco con un aparato eléctrico en su brazo derecho, respire, y deje llevar mi cuerpo por un impulso irracional, empujando al siniestro tipo hacia la pulcra piscina sin dudar continúe la fuga, escalando una muralla, la calle estaba al otro lado, y ahí sería fácil esconderme en los suburbios. Para desgracia mía el crepúsculo caía sobre la ciudad y ya no existía transporte por la zona, pues el peligro de vivir libre era castigado con duras sanciones: cárcel o casa de orates, cadena perpetua, por el sólo hecho de renegar la “sociedad perfecta”, la frágil estabilidad emocional, la drogadicción eterna o evasión mental a través del suicidio virtual. Ahí estaba yo, con miedo, aún no abandonaba ese maldito disfraz, el miedo estaba conmigo siempre, como un sombra, y comenzaba a desatar mi locura, mis ojos no entendían y se reían, mi sonrisa bailaba entre los dientes y mi olfato agudo deseaba un brisa en mi rostro para calmar mi extasiada sinapsis que estaba por estallar... tic, tac, el desequilibrio mental, volvía a su normalidad, el miedo reinaba, estaba nuevamente en la realidad, una patrulla de policías se acercaba y se escuchaban los gritos de los guardias y enfermeras del manicomio, desesperado trote hacia un edificio pobre y deteriorado subiendo rejas una y otra vez, pasando por canchas de fútbol de tierra, tristes y solitarias, avancé por un callejón estrecho y habían tres dementes, felices me daban las gracias, yo los salude y me perdí dentro de un montón de escombros y ruinas de lo que fue un antiguo departamento para la clase baja. 

   Libre al fin. Sentía los pasos morbosos que buscaban mi cadáver, ese pedazo de piel y huesos que acompaño mi espíritu por años. Ahora libre avanzaba sin miedo, dispuesto a sentir y explotar mis límites. La gente que circulaba por el sector me observaban inauditos, entendían que no pertenecía ahí, e hicieron señas llamaron a la policía, y yo corrí, libre. A los pocos metros perdí de vista todo el mundo, el ruido, las luces, el olor a mierda y deje escapar toda la energía reprimida, las musas y ninfas aguardaban con sed el intenso fuego con ganas de amar y follar eternamente.

Nicolás Cuevas

Locura, Viaje Onírico - Tercera parte


Por Nicolás Cuevas

   En la mañana, rodeaban la cama las tres mujeres de cabellos distintos, sonrientes y con sed de sexo, yo desnudo y abrazado a mi vieja amiga desperté, aún con sueño deje escapar una ligera sonrisa. Huye pronto, antes que no puedas escapar, dijo sensualmente la mujer de pelo castaño e impactantes ojos verdes. Salí de la pieza con dirección a los aposentos de mi hermano, ya despiertos comenzaban a despegar tratando de llevar sus cerebros lo más alejado de esas paredes, el panorama se volvía hostil cuando uno de los habitantes fue llevado a la fuerza hacia una sala misteriosa, se podían oír gritos de dolor y angustia, luego de unos minutos, calló. Nadie me daba respuestas sobre el acontecimiento, mi hermano me miraba con pena, sin poder decir algo, como si su boca estuviera atrofiada, sólo balbuceos dando señales de que estaba en peligro, entonces se abre la puerta de la sala, llevan en una camilla al sujeto, parece estar muerto, todos se van al patio obedientemente, pero yo no podía dejar de sorprenderme de la aparente cirugía ejecutada en él, probablemente una lobotomía, el miedo volvía a mí, con más fuerza sacudiendo mis extremidades, tiritones en mis brazos y ojos abiertos sin comprender por qué sucedió. La enfermera que acarreaba la camilla paro frente a mí y observó todo mi cuerpo con odio, era un extraño y no actuaba como los otros, el corazón latía con un acelerado ritmo, ella lo notó y se fue. 

   Tras el escabroso hecho, caminé despacio al patio, asustado, todos veían el cielo falsamente felices, tenía que irme de ahí pero no sabía cómo, ojeaba a todos lados en búsqueda de una salida, adelante, atrás, a mi derecha e izquierda, y allá en los árboles se ocultaban rejas muy altas y de difícil acceso. ¿Cómo salir de aquí? era la pregunta que navegaba por mis sesos y la chica de ojos verdes me vio a lo lejos inquieto y se colocó a mi lado, su mirada era dulce, pero extraviada en sueños, comenzó a hablar del recinto sarcásticamente, conocía todo a la perfección, comentó con ironía sobre casi todos los que habitan el lugar, la gran parte con lamentables historia de vida, no quiso decir nada de mi hermano y señaló que yo era la única esperanza, ¿yo? Había llegado de casualidad al macabro sitio, sólo con la idea de ver a mi hermano y reírnos un rato, pero ahora estaba atrapado en un terrorífico edificio para ninfómanas y dementes. Cómo iba a cambiar el triste panorama de tantos olvidados. Ella guardo silencio, miro al suelo y de inmediato subió la vista penetrando mis pupilas visuales, agarró con fuerza mi pene comenzó a acariciarlo, bajó mi pantalón y empezó a masturbarme mientras me observaba sin decir nada, excitado me deje llevar, sin vergüenza, sin tabús, sin prejuicios y a los demás no les importaba, seguían en su mundo. Ella deslizaba sus suaves manos, aceleraba, frenaba, apretaba mi prepucio, acariciaba mi glande y besaba mi escroto, su lengua avanzaba con libertad por mi erecto falo, rojo, ardiente, estoico, con ganas de follar sin límites, la mujer de cabellos castaños mamaba, masturbaba, se divertía en el acto, yo, volaba en el suelo, bajo un enorme árbol, no pensaba en nada, nuevamente el tiempo se escapaba, juventud eterna, hasta estallar, expulsando un gemido de mi garganta y vida por mis entrañas, ella protagonista de una festividad sexual esparcía la esperma por sus labios, mejillas, párpados y frente, por unos segundos el espíritu salía de mi cuerpo y volví a él, sin acabar. Quedé tirado en el pasto mirándola, me sonrió y exclamo: ¡gracias, ahora huye y libérate!

(continuará)

Locura, Viaje Onírico - Segunda parte


Por Nicolás Cuevas

   Yo, era el único desconocido, todos tranquilamente se ubicaban en filas recibiendo medicinas, la paz y subordinación reinaban el ambiente, normal para aquellos, desesperante para mí. Todos abrían sus ojos lo más grande posible y observaban mis movimientos, reían de mi forma de hablar y caminar, yo era una extraterrestre para ellos, excepto para mi hermano y mi vieja amiga que sutilmente me decían: cuidado, ten mucho cuidado. Recorrí todo el lugar, muchas habitaciones de color celeste divididas por género, todas con tres camarotes, una cama de media plaza y un gran ventanal que daba a una plaza con árboles, bancas y juegos en el mismo terreno del ambiguo hogar. Al indagar por las piezas, perdí a mi hermano de vista, entonces comencé a parlar con un tipo delgado y de pelo oscuro, me dijo poco y nada de cómo salir, balbuceaba pacíficamente y miraba los juegos desde su litera. El miedo me abrazaba bruscamente, agitaba mi respiración, agudizaba mis sentidos, no sabía qué hacer, trataba de buscar una salida, pero se tornaba difícil, era un laberinto. De puerta en puerta, de habitación en habitación, llegue por casualidad donde estaban tres féminas, en sus respectivas camas, bastante guapas, pero raramente sonrientes, con ojos seductores me invitaron a pasar y comenzaron a platicar de sexo, ambas no tenían relaciones sexuales hace varios meses, y recordaban agradables prácticas que realizaban con sus parejas, ahora solteras, ofrecían sus ganas de amar al nuevo forastero. Una sonrisa dibujo mi rostro, el miedo momentáneamente desapareció, continuamos charlando con más profundidad del placer, historias y teorías decoraban el caluroso diálogo, luego risas se transformaron en carcajadas sin parar por horas. Cada chica tenía el cabello de color distinto una Negro, Rubio y otra Castaño, esta última de impactantes ojos verdes. La noche se asomaba debía partir, pero tras compartir un grato momento con las mujeres de cabellos diferentes decidí hospedar con los seres raramente sonrientes. De la oscuridad de un pasillo salió una enfermera, escalofriante escena y me trasladó hasta la habitación de mi hermano. Allí, una cama fría y escuálida me esperaba, los demás me miraban esperando una solución, la confusión y mezcla de emociones sacudió mi mente, ¿dónde estaba?, ¿por qué actuaban así?, ¿qué le pasó a mi hermano? Todos callaron, se acostaron y durmieron, el silencio fue inmortal esa noche, no podía conciliar el sueño, y de repente, mi vieja amiga se mete en mi cama de media plaza y me dice al oído: ven, acompáñame a mi cuarto, te necesito está noche a mi lado, necesito fuego humano. Mire a todos lados, seguí la silueta que atravesaba la penumbra, hasta llegar a su catre, coincidentemente era el mismo cuarto de las mujeres de cabellos disímiles, ellas dormían plácidamente, mientras mi vieja amiga comenzaba a desnudar su cuerpo y abrasarme. ¡Quémame! Susurraba. Ardíamos, mi entre pierna se perdía en su regazo, suave y ágil, en una danza de ritmos y ritos salvajes desarmábamos las sábanas y frazadas, el silencio era implacable y nuestros sonidos música ambiental inmersa en sudor y pasión. El tiempo transcurría sin sentirlo, con brutalidad y delicadeza avanzábamos al poder universal, mis manos recorrían su rostro, pelo, miraba fijamente el iris de sus ojos que se expandía, besaba con demencia sus pezones, acercaba y apretaba su trasero contra mí. Ella lamia mi cuello formando figuras, realizaba armoniosos suspiros, arañaba mi espalda con fogosidad, dejando escapar la vida, el tiempo-espacio, consumiendo fuego como alimento.

(continuará)

Locura, Viaje Onírico - Primera parte


Por Nicolás Cuevas

   Deambulaba por un hogar desordenado, buscaba ruido, sólo encontraba desorden, la casa aparentaba estar abandonada hace pocos segundos, por ese aire caliente que expulsan los cuerpos errantes. Dentro de las habitaciones habían zapatos y ropa por el suelo, un par de libros, sábanas, diarios y utensilios de cocina dando extrañas señales. Yo, continuaba avanzando en busca de mi hermano, hace mucho tiempo que no lo veía, necesitaba hablar de la vida, escuchar un buen disco y reírnos del pasado. De pronto, mientras tomaba un escrito del piso el cansancio inesperado encendía las ganas de dormir y desenvolver sueños en una de las tanta camas sin hacer, en ese momento aparece mi hermano, con aspecto deteriorado, pero contento, raramente contento. Me invita a una fiesta que están realizando en el lugar... ¿fiesta en un lugar deshabitado? Me deje llevar y seguí sus pasos. A fuera cientos de sillas, un jardín bien cuidado, pero permanecía vacío, pensé que se trataba de una broma y a medida que nos alejábamos del confuso hogar apareció una vieja amiga. Nuevamente un rostro deteriorado se presentaba frente a mí y raramente contenta. ¡Síguenos! y se reían entre ellos, de a poco muchas personas de aspecto frágil y miradas perdidas se acercaban sonrientes, ¡siéntate y disfruta exclamaban! Demasiado sonrientes, lo cual asustaba. Muy cerca de una muralla blanca estaban sentados la gran mayoría de los asistentes, al fondo, la familia de mi amiga, sus padres y abuela, de inmediato, me reconocieron y exclamaron en sus caras falsa esperanza, aún no entendía lo que pasaba. La madre de mi amiga me agradeció la inesperada visita, de su boca salieron palabras que no alcancé a escuchar y el padre de ella con su bigote característico alzaba su brazo para brindar y crear el momento perfecto para huir del lugar. En eso, todos corren, sin sentido alguno hacia un salón al fondo del patio, ¡corre, corre, corre! Gritaban extasiados, tal vez drogados o sólo felices de la situación. Al lado del salón se ubicaba una gran piscina, bastante limpia, pero nadie se bañaba, todos ingresaban a apurados al reciento cubierto por colores claros, predominaba el blanco invierno, pálido, como el delantal de una enfermera que sorpresivamente interrumpió.

(continuará)

Ojos de la Luna


  Ojos de la Luna.... Sigilosos y preciosos, almas liberadas del destino que nos persigue, en ilusiones de cristal se guardan secretos y pasiones....

  ¿Qué es la nada?, ¿Qué es es un todo?, ¿Qué es mentira?, ¿o qué es verdad?

  Drogas como dosis para alcanzar felicidad. Mi mente viaja en el espacio en busca de esa luz, en busca de mi adicción...

  La llave de esta puerta he perdido. El reflejo del agua es más claro ¿me ves?... Ojos de la Luna.... misteriosos y profundos.

Nicolás Cuevas

martes, 9 de abril de 2013

Aullido


    He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche, quienes pobres y andrajosos y con ojos cavernosos y altos se levantaron fumando en la oscuridad sobrenatural de los departamentos con agua fría flotando a través de las alturas de las ciudades contemplando el jazz.

Quienes expusieron sus cerebros al Cielo, bajo El y vieron ángeles Mahometanos tambaleándose en los techos de apartamentos iluminados

Quienes pasaron por las universidades con ojos radiantes y frescos alucinando con Arkansas y la tragedia luminosa de Blake entre los estudiantes de la guerra.

Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo.

Quienes se encogieron sin afeitar y en ropa interior, quemando su dinero en papeleras y escuchando el Terror a través de las paredes.

Quienes se jodieron sus pelos púbicos al volver de Laredo con un cinturón de marihuana para New York. 

Quienes comieron fuego en hoteles coloreados o bebieron trementina en Paradise Alley, muerte, o purgaron sus torsos noche tras noche con sueños, con drogas, con pesadillas despiertas, alcohol y verga y bolas infinitas, ceguera incomparable; calles de nubes vibrantes y relámpagos en la mente saltando hacia los polos de Canadá y Paterson, iluminando todas las palabras inmóviles del Tiempo, sólidos peyotes de los vestíbulos, amaneceres en el cementerio del árbol verde, ebriedad del vino en los tejados, puestos municipales el neón estridente luces del tráfico parpadeantes, vibraciones del sol, la luna y los árboles en los bulliciosos crepúsculos de invierno de Brooklyn, estrepitosos tarros de basura y una regia clase de iluminación de la mente.

Quienes se encadenaron a sí mismos a los subterráneos para el viaje infinito desde Battery al santo Bronx en benzedrina hasta que el ruido de las ruedas y niños empujándolos hacia salidas exploradas estremecidas y desiertos golpeados de cerebros absolutamente secos de esplendor en la melancólica luz del Zoo. 

Quienes se hundieron toda la noche en la luz submarina de Bickford's emergidos y sentados junto a la añeja cerveza después del mediodía en el desola'do Fugazzi's, escuchando el crujido del destino en la caja de música de hidrógeno.

Quienes hablaron setenta horas seguidas desde el parque a la barra a Bellevue al museo al Puente de Brooklyn, batallón perdido de conversadores platónicos bajando de espaldas las escaleras de escape de los alfeizares del Empire State lejos de la luna, gritando incoherencias, vomitando susurrando hechos y recuerdos y anécdotas y patadas en la bola del ojo y traumas de hospitales y cárceles y guerras, intelectos enteros disgregados en amnesia por siete días y noches con ojos brillantes, carne para la Sinagoga arrojada al pavimento.

Quienes se desvanecieron en ninguna parte de Zen New Jersey dejando un reguero de ambiguas postales ilustradas de Atlantic City Hall, sufriendo sudores orientales y artritis Tangerianas y jaquecas de China bajo la basura en las salas sin muebles de Newark.

Quienes dieron vueltas y vueltas en la medianoche por el patio de trenes preguntándose adónde ir, y fueron, sin dejar corazones rotos.

Quienes prendieron cigarrillos en vagones traqueteando por la nieve hacia granjas solitarias en la noche del abuelo.

Quienes estudiaron a Plotino, Poe, San Juan de La Cruz, telepatía y cábala debido a que el cosmos instintivamente vibraba en sus pies en Kansas. 

Quienes solos por las calles de Idaho buscaban ángeles indios visionarios que fueran ángeles indios visionarios.

Quienes pensaban que sólo estaban locos cuando Baltimore destellaba en éxtasis sobrenatural. Quienes saltaron a limusinas con el Chinaman de Oklahoma impulsados por la lluvia de los pequeños pueblos a la luz callejera de la medianoche del invierno.

Quienes haraganeaban hambrientos y solos por Houston buscando jazz o sexo o sopa, y siguieron al brillante español para conversar sobre América y la eternidad, una tarea sin esperanza, y tomaron un barco para Africa.

Quienes desaparecieron en los volcanes de México dejando tras suyo nada excepto la sombra del estiércol y la lava y la ceniza de la poesía quemada en Chicago.

Quienes reaparecieron en la Costa Oeste investigando el F.B.I. en barbas y pantalones cortos con grandes ojos pacifistas atractivos en su oscura piel entregando incomprensibles folletos.

Quienes se quemaron sus brazos con cigarros encendidos protestando contra la bruma narcótica del tabaco del Capitalismo.

Quienes distribuyeron panfletos supercomunistas en Union Square sollozando y desvistiéndose mientras las sirenas de Los Alamos los deprimían, y se deprimía Wall, y el ferry de Staten Islan también se deprimía.

Quienes rompieron a llorar en blancos gimnasios desnudos y temblorosos frente a la maquinaria de otros esqueletos.

Quienes mordieron detectives en el cuello y chillaron con placer en autos policiales por no cometer un crimen salvo su propia pederastia salvaje y su intoxicación.

Quienes aullaron de rodillas en el metro y fueron arrastrados por el techo ondeando sus genitales y manuscritos.

Quienes permitieron ser penetrados por el ano por virtuosos motociclistas, y gritaron con alegría.
Quienes chuparon y fueron chupados por aquellos serafines humanos, los marineros, caricias del amor Atlántico y Caribeño.

Quienes eyacularon en la mañana en la tarde en jardines de rosas y en el pasto de parques públicos y cementerios esparciendo su semen libremente a quienquiera que llegara.

Quienes hiparon sin cesar tratando de reír pero se torcían de llanto detrás de un cubículo de un Baño Turco cuando el ángel rubio y desnudo venía a atravesarlos con una espada.

Quienes perdieron a sus amantes por las tres viejas musarañas del destino, la musaraña tuerta del dólar heterosexual, la musaraña tuerta que hace guiños fuera del útero y la musaraña tuerta que no hace nada sino sentarse en su trasero y corta las hebras doradas intelectuales del vislumbre del artesano.

Quienes copularon extáticos e insaciables con una botella de cerveza, un novio, un paquete de cigarrillos, una vela y se cayeron de la cama, y continuaron en el suelo y por los pasillos y terminaron desmayándose en la pared con una visión del último coño y llegaron a eludir el último atisbo de conciencia.

Quienes endulzaron las conchitas de un millón de chicas temblorosas en el ocaso, y tenían los ojos rojos en la mañana pero preparados para endulzar las conchitas del sol naciente, destellantes traseros bajo los establos y desnudos en el lago (...)

Rocky Mount para ofrecer Buddha o Tánger a los muchachos al Southern Pacific a la locomotora negra o a Harvard a Narciso a Woodland para la sepultura o daisychain.

Quienes exigieron juicios de cordura acusando a la radio de hipnotismo y fueron dejados con su locura y sus manos y un jurado colgado. 

Quienes arrojaron papas saladas a los conferencistas de Dadaismo en CCNY y subsecuentemente se presentaron ellos mismos en las baldosas de granito del manicomio con cabezas rapadas y un discurso arlequinesco de suicidio, demandando una lobotomía instantánea, y quienes a su vez se entregaron a la nulidad concreta de la insulina, Metrazol, electricidad, hidroterapia, psicoterapia, terapia ocupacional, ping pong y amnesia.

Quienes en protesta seria dieron vuelta sólo una simbólica mesa de ping pong, descansando brevemente en catatonia, volviendo años después verdaderamente calvos excepto por una peluca de sangre, y lágrimas y dedos, a la visible fatalidad del hombre loco de los pupilos de los pueblos locos del Este, salas fétidas de Pilgrim State's Rockland's y Greystone discutiendo con los ecos del alma, pegando y rodando en la soledad-banca-dolmen-reinos del amor de medianoche, sueños de vida en una pesadilla cuerpos convertidos en roca tan pesados como la luna, con la madre finalmente, y el último libro fantástico arrojado por las ventanas del departamento, y la última puerta cerrada a las 4 A.M. y el último teléfono pegado a la pared sonando y la última pieza amueblada, un papel rosa amarillo torcido en un colgador de alambre en el closet, e incluso eso imaginario, nada sino un poco de esperanzadora alucinación ah, Carl, mientras no estés seguro yo no estoy seguro, y ahora tú estás realmente en la sopa animal total del tiempo y quienes por lo tanto corrieron a través de las calles congeladas obsesionados con un repentino destello de la alquimia del uso de la elipse el catálogo el metro y el plano vibrante.

Quienes soñaron y encarnaron brechas en el Tiempo y Espacio a través de imágenes yuxtapuestas, y atraparon al arcángel del alma entre 2 imágenes visuales y unieron los verbos elementales y establecieron el nombre y rasgos de la conciencia al mismo tiempo saltando con sensación de Pater Omnipotens Aeterna Deus para recrear la sintaxis y medida de la pobre prosa humana y ponerse frente a ti estupefacto e inteligente y sacudirse con vergüenza, rechazando incluso revelar el alma para conformarse al ritmo del pensamiento en su desnuda y eterna cabeza, el vagabundo loco y el golpe del ángel del Tiempo, desconocido, incluso poniendo aquí lo que podría dejar de ser dicho en tiempo de volver después de la muerte, y surgieron reencarnados en los trajes fantasmales del jazz en la sombra del corno dorado de la banda y exhalar el sufrimiento de la mente desnuda de América para amar en un eli eli lamma lamma sabacthani saxofón que llora estremeciendo las ciudades bajo la última radio con el corazón absoluto del poema de la vida descarnada de sus propios cuerpos buenos para comer mil años.

Allen Ginsberg