El invierno ha llegado al llamado de alguien. Y las miradas emigran hacia los calores conocidos. Esta noche el viento arrastra sus chales de viento. Tejed queridos pájaros míos un techo de cantos sobre las avenidas
Oíd crepitar el arcoiris mojado. Bajo el peso de los pájaros se ha plegado
La amargura teme a las interperies. Pero nos queda un poco de ceniza del ocaso. Golondrinas de mi pecho qué mal hacéis. Sacudiendo siempre ese abanico vegetal
Seducciones de antesala en grado de aguardiente. Alejemos en seguida el coche de las nieves. Bebo lentamente tus miradas de justas calorías
El salón se hincha con el vapor de las bocas. Las miradas congeladas cuelgan de la lámpara.Y hay moscas sobre los suspiros petrificados
Los ojos están llenos de un líquido viajero y cada ojo tiene un perfume especial. El silencio es una planta que brota al interior, si el corazón conserva su calefacción igual
Afuera se acerca el coche de las nieves trayendo su termómetro de ultratumba y me adormezco con el ruido del piano lunar cuando se estrujan las nubes y cae la lluvia
Cae, nieve con gusto a universo. Cae, nieve que huele a mar. Cae, nieve perfecta de los violines. Cae, la nieve sobre las mariposas. Cae, nieve en copos de olores, la nieve en tubo inconsistente. Cae, nieve a paso de flor. Nieva nieve sobre todos los rincones del tiempo
Simiente de sonido de campanas sobre los naufragios más lejanos, calentad vuestros suspiros en los bolsillos que el cielo peina sus nubes antiguas siguiendo los gestos de nuestras manos
Lágrimas astrológicas sobre nuestras miserias y sobre la cabeza del patriarca guardián del frío. El cielo emblanquece nuestra atmósfera, entre las palabras heladas a medio camino. Ahora que el patriarca se ha dormido la nieve se desliza se desliza se desliza desde su barba pulida.
Vicente Huidobro
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