Los delincuentes modernos están autorizados para concurrir diariamente a parques y jardines. Provistos de poderosos anteojos y de relojes de bolsillo entran a saco en los kioskos favorecidos por la muerte e instalan sus laboratorios entre los rosales en flor. Desde allí controlan a fotógrafos y mendigos que deambulan por los alrededores procurando levantar un pequeño templo a la miseria y si se presenta la oportunidad llegan a poseer a un lustrabotas melancólico.La policía atemorizada huye de estos monstruos en dirección del centro de la ciudad en donde estallan los grandes incendios de fines de año y un valiente encapuchado pone manos arriba a dos madres de la caridad.
Los vicios del mundo moderno: El automóvil y el cine sonoro, las discriminaciones raciales,el exterminio de los pieles rojas, los trucos de la alta banca, la catástrofe de los ancianos, el comercio clandestino de blancas realizado por sodomitas internacionales, el auto-bombo y la gula las Pompas Fúnebres, los amigos personales de su excelencia, la exaltación del folklore a categoría del espíritu, el abuso de los estupefacientes y de la filosofía, el reblandecimiento de los hombres favorecidos por la fortuna, el auto-erotismo y la crueldad sexual, la exaltación de lo onírico y del subconsciente en desmedro del sentido común. La confianza exagerada en sueros y vacunas, el endiosamiento del falo, la política internacional de piernas abiertas patrocinada por la prensa reaccionaria, el afán desmedido de poder y de lucro, la carrera del oro, la fatídica danza de los dólares, la especulación y el aborto, la destrucción de los ídolos. el desarrollo excesivo de la dietética y de la psicología pedagógica, el vicio del baile, del cigarrillo, de los juegos de azar, las gotas de sangre que suelen encontrarse entre las sábanas de los recién desposados, la locura del mar, la agorafobia y la claustrofobia, la desintegración del átomo, el humorismo sangriento de la teoría de la relatividad, el delirio de retorno al vientre materno, el culto de lo exótico, los accidentes aeronáuticos, las incineraciones, las purgas en masa, la retención de los pasaportes, todo esto porque sí, porque produce vértigo, la interpretación de los sueños y la difusión de la radiomanía.
Como queda demostrado, el mundo moderno se compone de flores artificiales que se cultivan en unas campanas de vidrio parecidas a la muerte, está formado por estrellas de cine, y de sangrientos boxeadores que pelean a la luz de la luna, se compone de hombres ruiseñores que controlan la vida económica de los países, mediante algunos mecanismos fáciles de explicar; ellos visten generalmente de negro como los precursores del otoño y se alimentan de raíces y de hierbas silvestres. Entretanto los sabios, comidos por las ratas, se pudren en los sótanos de las catedrales, y las almas nobles son perseguidas implacablemente por la policía.
El mundo moderno es una gran cloaca: Los restoranes de lujo están atestados de cadáveres digestivos y de pájaros que vuelan peligrosamente a escasa altura. Esto no es todo: Los hospitales están llenos de impostores, sin mencionar a los herederos del espíritu que establecen sus colonias en el ano de los recién operados.
Los industriales modernos sufren a veces el efecto de la atmósfera envenenada, junto a las máquinas de tejer suelen caer enfermos del espantoso mal del sueño que los transforma a la larga en unas especies de ángeles. Niegan la existencia del mundo físico y se vanaglorian de ser unos pobres hijos del sepulcro. Sin embargo, el mundo ha sido siempre así. La verdad, como la belleza, no se crea ni se pierde y la poesía reside en las cosas o es simplemente un espejismo del espíritu. Reconozco que un terremoto bien concebido puede acabar en algunos segundos con una ciudad rica en tradiciones y que un minucioso bombardeo aéreo derribe árboles, caballos, tronos, música. Pero qué importa todo esto si mientras la bailarina más grande del mundo muere pobre y abandonada en una pequeña aldea del sur de Francia la primavera devuelve al hombre una parte de las flores desaparecidas.
Tratemos de ser felices, recomiendo yo, chupando la miserable costilla humana. Extraigamos de ella el líquido renovador, cada cual de acuerdo con sus inclinaciones personales. ¡Aferrémonos a esta piltrafa divina! Jadeantes y tremebundos chupemos estos labios que nos enloquecen; La suerte está echada. aspiremos este perfume enervador y destructor y vivamos un día más la vida de los elegidos: De sus axilas extrae el hombre la cera necesaria para forjar el rostro de sus ídolos. Y del sexo de la mujer la paja y el barro de sus templos. Por todo lo cual cultivo un piojo en mi corbata y sonrío a los imbéciles que bajan de los árboles.
Nicanor Parra
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