domingo, 10 de febrero de 2013

Lo oculto de lo cotidiano


   Me despiertan de pronto unos cuantos gritos, luego son llantos, sollozos. De pronto una especie de capa recubre esté lugar. Esta ciudad envuelta de mugre. Hipocresía. En una especie de libertad imaginaria.
  Despierta me decía su rostro. La niña lloraba, la madre limpiaba ese apestoso lugar. El joven ideaba el plan perfecto para quitar de las manos arrugadas las monedas de la anciana, que no eran tantas, no eran tantas.
 La señora oculta, tras sus cortinas grises miraba de reojo al jovenzuelo. Miraba desprovista. Desprovista de la realidad. Todo era irrisorio, caótico. Cotidianamente apestoso. La realidad era desgarradora pero nadie lo veía con claridad.
  Dentro el pequeño lugar. Habían muros, cadenas. Envueltos en mesura cotidiana para calmar al rebaño.

Paz Huenulao

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