Y era tu cara el borde de estos cielos, el manto mío de las estrellas. Al mirar hacia arriba no vi nada sino tu permanencia, las pinturas de tu rostro, la deriva de tus antepasados inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren. En otro tiempo fuimos encontrados y ya vivimos en las primeras células, en los abismos de los mares, en las primitivas danzas que el asombro le ofreció al fuego.
Por eso somos ríos que se abren, brazos, cauces, torrentes arrojados de un agua única y primigenia. Nada se diferencia de lo que somos y nada de lo que es está fuera de nosotros. Tú resumes las viejas tribus, las cacerías, los primeros valles sembrados y mi sed recoge en ti toda la saga de este mundo. No son mitos, el mito es la mentira: que sólo existimos una vez, que cada uno es sólo uno. Todos viven en ti y tú vives. Las olas del tiempo inmemorial y las estrellas. Oh sí manto mío de mis estrellas; la noche te habla antes de sucumbir al día, las grandes batallas perdidas, el pasto de los antiguos clanes y de las tribus remontando por nuestros cursos el corazón de los caminos del corazón y tus tocadas praderas.
Raúl Zurita
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