Piel que pora no podría ser otra piel de durazno negro; pigmento oscuro no otro, más que oscuro, no otro. Crin sufroso el sayo que lo cubre y tizna, si aquél blanco horadara negro piel, o la negrura espesa el corazón tensara rojo piel blanca y por blanca virgínea, verrugosa la oruga sedara el silencio de aquél vellocino. Pigmento de sedas avienta la oruga. Su brillo opacara así, empolvando las estrías que trepana la cintura hacia lo velloso; lamé cerrara y abriera hondo. Pígmea su lamé bellosida plateara la sien; guante sintético de la mano que el guante esconde, vacilante al tacto.
Carmen Berenguer
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