Por Nicolás Cuevas
En la mañana, rodeaban la cama las tres mujeres de cabellos distintos, sonrientes y con sed de sexo, yo desnudo y abrazado a mi vieja amiga desperté, aún con sueño deje escapar una ligera sonrisa. Huye pronto, antes que no puedas escapar, dijo sensualmente la mujer de pelo castaño e impactantes ojos verdes. Salí de la pieza con dirección a los aposentos de mi hermano, ya despiertos comenzaban a despegar tratando de llevar sus cerebros lo más alejado de esas paredes, el panorama se volvía hostil cuando uno de los habitantes fue llevado a la fuerza hacia una sala misteriosa, se podían oír gritos de dolor y angustia, luego de unos minutos, calló. Nadie me daba respuestas sobre el acontecimiento, mi hermano me miraba con pena, sin poder decir algo, como si su boca estuviera atrofiada, sólo balbuceos dando señales de que estaba en peligro, entonces se abre la puerta de la sala, llevan en una camilla al sujeto, parece estar muerto, todos se van al patio obedientemente, pero yo no podía dejar de sorprenderme de la aparente cirugía ejecutada en él, probablemente una lobotomía, el miedo volvía a mí, con más fuerza sacudiendo mis extremidades, tiritones en mis brazos y ojos abiertos sin comprender por qué sucedió. La enfermera que acarreaba la camilla paro frente a mí y observó todo mi cuerpo con odio, era un extraño y no actuaba como los otros, el corazón latía con un acelerado ritmo, ella lo notó y se fue.
Tras el escabroso hecho, caminé despacio al patio, asustado, todos veían el cielo falsamente felices, tenía que irme de ahí pero no sabía cómo, ojeaba a todos lados en búsqueda de una salida, adelante, atrás, a mi derecha e izquierda, y allá en los árboles se ocultaban rejas muy altas y de difícil acceso. ¿Cómo salir de aquí? era la pregunta que navegaba por mis sesos y la chica de ojos verdes me vio a lo lejos inquieto y se colocó a mi lado, su mirada era dulce, pero extraviada en sueños, comenzó a hablar del recinto sarcásticamente, conocía todo a la perfección, comentó con ironía sobre casi todos los que habitan el lugar, la gran parte con lamentables historia de vida, no quiso decir nada de mi hermano y señaló que yo era la única esperanza, ¿yo? Había llegado de casualidad al macabro sitio, sólo con la idea de ver a mi hermano y reírnos un rato, pero ahora estaba atrapado en un terrorífico edificio para ninfómanas y dementes. Cómo iba a cambiar el triste panorama de tantos olvidados. Ella guardo silencio, miro al suelo y de inmediato subió la vista penetrando mis pupilas visuales, agarró con fuerza mi pene comenzó a acariciarlo, bajó mi pantalón y empezó a masturbarme mientras me observaba sin decir nada, excitado me deje llevar, sin vergüenza, sin tabús, sin prejuicios y a los demás no les importaba, seguían en su mundo. Ella deslizaba sus suaves manos, aceleraba, frenaba, apretaba mi prepucio, acariciaba mi glande y besaba mi escroto, su lengua avanzaba con libertad por mi erecto falo, rojo, ardiente, estoico, con ganas de follar sin límites, la mujer de cabellos castaños mamaba, masturbaba, se divertía en el acto, yo, volaba en el suelo, bajo un enorme árbol, no pensaba en nada, nuevamente el tiempo se escapaba, juventud eterna, hasta estallar, expulsando un gemido de mi garganta y vida por mis entrañas, ella protagonista de una festividad sexual esparcía la esperma por sus labios, mejillas, párpados y frente, por unos segundos el espíritu salía de mi cuerpo y volví a él, sin acabar. Quedé tirado en el pasto mirándola, me sonrió y exclamo: ¡gracias, ahora huye y libérate!
(continuará)
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