Por Nicolás Cuevas P.
Movimientos
sociales, descontento político y la corriente musical más popular del siglo XX abandonada,
sucia, cubierta con polvo y manoseada sin poder gestar ni canalizar esa furia
en una voz masiva, más allá del territorio perteneciente al folclore tradicional o leves melodías
acústicas, pues cada proceso histórico de rebeldía ha ido acompañado de bandas
sonoras poderosas y ruidosas. Hoy el mercado ha ganado, no ha dejado
proliferar, ni dejará florecer en un terreno baldío o desértico recubierto con
flores de plástico.
Tras la muerte de
Kurt Cobain (1994) el mundo del rock quedó mudo, su nuevo bastión y líder de
proceso creativo del momento se iba de viaje para no volver, acompañado de la muerte con boletos sin destino. Tras un
desarrollo normal de la década de los noventa, la sutil aparición del retro
rock y otras modas fugaces, pequeñas, quizás, mínimas muestras de confrontación
directa y contestataria en la música con guitarras, bajos y baterías han estallado, pero como un árbol que cae en
un bosque solitario, sin que nadie se dé cuenta o lo escuche.
Tal vez la
muerte de la rebeldía musical sea producto del omnipotente poder de las
industrias (discográficas), pues deben rentabilizar un negocio que ha perdurado
por decenios, inventando formas, modelos e íconos para sostener un consumismo
que ha violado y ultrajado la libertad de composición y comprensión, olvidando
que las guitarra con o sin distorsión complementadas con una voz firme y
segura son la punta de lanza, la bandera
de lucha para abrir las percepciones, entrar al inconsciente y sacudir las
neuronas adormecidas con un tranquilo ritmo superficial, carente de emoción y
representación de la realidad.
Resulta
curioso observar el panorama underground
o mainstream que imita, revive e
invita a desconectarse del porqué. No hay dudas, no pueden surgir, y si salen a
la luz se reprimen, ya que existe una dosis de dulce morfina popular para
saciar y direccionar las curiosidades. Miles de bandas tributos repiten moldes,
sin sorpresa o dinamismo para atacar y enfrentar el mundo de hoy. Los nuevos
artistas temen ser rudos, malos, ruidosos o contrarios. El mercado nuevamente
gana, porque es más fácil digerir una hamburguesa de aspecto delicioso pero nocivo,
que porotos feos y sabrosos.
Pero mientras
existan héroes-leyendas del rock y de la música en general, nacerá de las
profundidades oscuras e irreverentes, sin caer en la bifurcación, ni división,
sin pertenecer o encasillados en estilos definidos o imprecisos, figuras que
alzarán la voz para decir: ¡basta!, de un modo extraño y apasionante,
inventando a través de instrumentos clásicos un grito unísono y rebelde.
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